Psicología del caballo
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Psicología del caballo

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¿Qué entendemos por psicología de los caballos?

La psicología del caballo la entenderemos analizando las características de los órganos sensitivos: agudeza auditiva, visual y olfato.

Agudeza auditiva

Parece que no son capaces de localizar la fuente de los sonidos con la precisión de una especie cazadora pero, a cambio, perciben ruidos muy débiles.
Se sabe que son muy sensibles a los ruidos bruscos como cohetes o ladridos de perros puesto que al sentirlos liberan las hormonas típicas del estrés. Estresados son más difíciles de manejar; por eso es recomendable evitar gritos y sonidos altos y repentinos en su presencia.


Gracias a la posición de sus orejas y a su capacidad para mover los pabellones auditivos girándolos en un arco de 180º e independientemente uno de otro, localizan la procedencia de un sonido. Ante cualquier señal de alerta, el primer movimiento de un caballo es dirigir la punta de sus orejas hacia la fuente del estímulo. Cualquier jinete o persona acostumbrada a tratar caballos puede darse cuenta de que cuando habla al animal y éste le presta atención, dirige la punta de una o de sus dos orejas hacia él, dependiendo de la posición del individuo y de si hay otra fuente de sonido a la que también quiera atender.

El sentido del oído interviene también en la comunicación de los caballos, tanto entre individuos que están próximos como a distancia. Son capaces de emitir más de 10 sonidos diferentes, cada uno con un significado distinto, desde el suspiro amistoso de la yegua hacia su potro, pasando por el relincho (llamada de un caballo aislado que espera la respuesta de un congénere), los rugidos de amenaza del semental, los bufidos de inquietud o los ronquidos discretos que expresan satisfacción por la llegada de un amigo.

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Olfato

Dentro de la psicología del caballo también analizaremos los estímulos olfatorios, estos tienen una gran ventaja frente a los visuales: se detectan tanto de día como de noche. Muchos animales, los caballos entre ellos, dejan marcas olfativas (normalmente con heces) en los límites de su territorio que tienen la misma función que nuestros carteles anunciadores. Probablemente, también usan el olfato para localizar los abrevaderos y diferenciar entre pastos/comidas. Por ejemplo, suelen rehusar comer el heno en donde ha habido ratones porque huelen sus restos de orina. Su olfato está tan desarrollado que incluso se dice que “pueden oler el miedo de los humanos”; realmente es posible que puedan detectar algún pequeño olor, por ejemplo, el de la adrenalina aunque no podemos descartar que lo perciban a través de otros sentidos. Se han encontrado ciertas variaciones individuales: hay animales a los que les disgusta el olor del tabaco o de ciertos medicamentos rechazando a las personas que fumen o su comida habitual cuando se le ha añadido medicinas o contiene alguna sustancia extraña mientras otros la consumen sin problemas.
Los caballos se reconocen e identifican por el olor, no por la vista: las madres y los potros, los miembros del mismo grupo que al revolcarse en una misma zona adquieren un olor común… Cuando dos animales, adultos o no, se encuentran se colocan en paralelo y se huelen mutuamente la región de los ollares, los flancos, la región perineal y la genital, recogiendo información de la identidad del individuo y de su estado reproductivo. Asimismo, huelen todo elemento nuevo de su ambiente para familiarizarse con él. Parece ser que también es importante para ellos reconocer el olor de su cuidador; es una de las razones por las que se recomienda manipular desde pequeños a los potrillos para que se acostumbren al olor de sus dueños
Como el olfato, el gusto es el resultado de la interacción de los estímulos químicos con receptores situados en una membrana mucosa, en este caso, en las papilas de la lengua. Se considera que el caballo percibe los sabores salado, dulce, ácido y amargo.

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Vista

El sistema de comunicación del caballo se basa principalmente en señales visuales: las posturas corporales tienen un papel fundamental en la comunicación y coordinación de las actividades de la manada. Poseen un rico lenguaje corporal en el que utilizan diversas partes del cuerpo: cola, orejas, cara, extremidades, extensión de todo el animal. Gracias a él pueden expresar su estado de ánimo, su rango jerárquico y enviar a sus compañeros señales de alerta, de relajación, de su estado reproductivo, de irritación, miedo, agresión, o placer, entre otros. La posición de la cabeza, del cuello, de las orejas y de la cola, combinadas, proporcionan una valiosa información gracias a la cual no sólo otros caballos sino también los seres humanos podemos conocer en cada momento el estado de ánimo de un individuo y actuar en consecuencia. Así, somos capaces de reconocer si un animal está contento, asustado o si tiene dolor.
Los ojos del caballo, unos de los mayores de entre los mamíferos, están en posición lateral (“animal presa”) por lo que tiene un amplio campo de visión: prácticamente es capaz de ver todo lo que le rodea excepto lo situado justo por detrás de su cabeza y en una pequeña zona delante de su hocico. Tiene también unas pequeñas “manchas ciegas” poco importantes que se localizan por encima y perpendicularmente a la región frontal (frente) y sobre la nariz.

Con sólo un ligero movimiento de su cabeza puede ver todo lo que le rodea, salvando el ángulo ciego posterior. Cualquier movimiento en su campo de visión será rápidamente detectado y el animal reaccionará en consecuencia (normalmente, asustándose y huyendo si el movimiento ha sido brusco e inesperado). Un animal utilizado para el salto no ve el obstáculo en el momento de afrontarlo, y debe hacerlo “de memoria”. Por esta razón, es importante abrir los dedos y aflojar las riendas para permitir al animal utilizar el balancín de su cuello al aproximarse al obstáculo y situarlo. Algunos jinetes acostumbran a girar lateralmente la cabeza de sus animales unos trancos antes del salto; al hacerlo no pretenden impedirles ver el obstáculo para evitar un rehúse sino permitirle utilizar su visión lateral para localizarlo.

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